La obediencia en Castellani

Autor:  P. Jorge Luis Hidalgo

Editorial: PARRESÍA

I.S.B.N: 978-9874893611

Nro. de páginas: 143

Tamaño: 13 x 20,5 cm

Tapa: Blanda 

Idioma: Español

 

SINÓPSIS

¿Por qué detenerse en la aguda visión de Castellani sobre la cuestión de la obediencia? Pues precisamente porque en torno de la obediencia se ha operado dentro de la Iglesia un proceso histórico- espiritual deletéreo y sorprendente, que afecta no sólo la conciencia de los fieles sino hasta la misma incolumidad de la Fe católica.
Ante todo recordar que la obediencia es una virtud importante, que da cohesión tanto a la sociedad civil como a la eclesiástica; pero que no es la virtud más sobresaliente de todas. Como toda virtud moral, puede tener un exceso y un defecto, y, por ende, debe ser regulada por la virtud cardinal de la prudencia. Querer relegar la función rectora de la inteligencia, tanto en los superiores como en los subordinados, es olvidarse que el hombre debe actuar siempre impulsado por su recta razón.

La obediencia en Castellani

$13.500,00
La obediencia en Castellani $13.500,00
Entregas para el CP:

Medios de envío

Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

La obediencia en Castellani

Autor:  P. Jorge Luis Hidalgo

Editorial: PARRESÍA

I.S.B.N: 978-9874893611

Nro. de páginas: 143

Tamaño: 13 x 20,5 cm

Tapa: Blanda 

Idioma: Español

 

SINÓPSIS

¿Por qué detenerse en la aguda visión de Castellani sobre la cuestión de la obediencia? Pues precisamente porque en torno de la obediencia se ha operado dentro de la Iglesia un proceso histórico- espiritual deletéreo y sorprendente, que afecta no sólo la conciencia de los fieles sino hasta la misma incolumidad de la Fe católica.
Ante todo recordar que la obediencia es una virtud importante, que da cohesión tanto a la sociedad civil como a la eclesiástica; pero que no es la virtud más sobresaliente de todas. Como toda virtud moral, puede tener un exceso y un defecto, y, por ende, debe ser regulada por la virtud cardinal de la prudencia. Querer relegar la función rectora de la inteligencia, tanto en los superiores como en los subordinados, es olvidarse que el hombre debe actuar siempre impulsado por su recta razón.