Virtudes fundamentales

 

Autor: SÁENZ, ALFREDO

 

Editorial: GLADIUS

I.S.B.N: 978-9876590709

Nro. de Páginas: 215

Tamaño: 14 x 20 cm

Tapa: Blanda

Idioma: ESPAÑOL

 

SINÓPSIS

Las siete virtudes fundamentales: las tres teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad, así como las cuatro cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

El hombre a imagen de Dios Esta es la idea principal y fundante de la antropología cristiana. Para el autor la imagen y semejanza no son sinónimos. Todo el itinerario de la perfección espiritual cristiana es el paso de la imagen a la semejanza por las virtudes y la imitación de Cristo.

El último fin: la bienaventuranza. Santo Tomás, ya desde la primera cuestión de la segunda parte de su Suma Teológica, pone en el horizonte del obrar humano la meta final: la bienaventuranza, es decir, el final al que el hombre dirige su vida.

La virtud como vigor y la gracia. La virtud es poder, vigor, capacidad de poner un acto viril: la potencia que tiene el hombre de tender a lo máximo; una especie de alarma interior que une la inteligencia práctica, el juicio certero para discernir lo mejor que se ha de hacer en tal circunstancia concreta, y la firme voluntad que se necesita para llevar a cabo el propósito concebido.

La fuerza necesaria para pasar del mera imagen a la semejanza divina son las virtudes, también es necesario el apoyo de la gracia.

Las bienaventuranzas evangélicas son retrato de Cristo y por lo tanto el reflejo de las virtudes llevadas a la plenitud. Las virtudes jerarquizadas entre sí, constituyen una verdadera catedral del pensamiento católico.

Virtudes Fundamentales

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Editorial: GLADIUS

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Nro. de Páginas: 215

Tamaño: 14 x 20 cm

Tapa: Blanda

Idioma: ESPAÑOL

 

SINÓPSIS

Las siete virtudes fundamentales: las tres teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad, así como las cuatro cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

El hombre a imagen de Dios Esta es la idea principal y fundante de la antropología cristiana. Para el autor la imagen y semejanza no son sinónimos. Todo el itinerario de la perfección espiritual cristiana es el paso de la imagen a la semejanza por las virtudes y la imitación de Cristo.

El último fin: la bienaventuranza. Santo Tomás, ya desde la primera cuestión de la segunda parte de su Suma Teológica, pone en el horizonte del obrar humano la meta final: la bienaventuranza, es decir, el final al que el hombre dirige su vida.

La virtud como vigor y la gracia. La virtud es poder, vigor, capacidad de poner un acto viril: la potencia que tiene el hombre de tender a lo máximo; una especie de alarma interior que une la inteligencia práctica, el juicio certero para discernir lo mejor que se ha de hacer en tal circunstancia concreta, y la firme voluntad que se necesita para llevar a cabo el propósito concebido.

La fuerza necesaria para pasar del mera imagen a la semejanza divina son las virtudes, también es necesario el apoyo de la gracia.

Las bienaventuranzas evangélicas son retrato de Cristo y por lo tanto el reflejo de las virtudes llevadas a la plenitud. Las virtudes jerarquizadas entre sí, constituyen una verdadera catedral del pensamiento católico.