LA REALEZA DE CRISTO Y LA APOSTASÍA DEL MUNDO MODERNO

Autor: SÁENZ, ALFREDO

Editorial: GLADIUS

I.S.B.N: 978-9876590815

Nro. de Páginas: 76

Tamaño: 15 x 21 cm

Tapa: Blanda - cuadernillo

Idioma: ESPAÑOL

 

SINÓPSIS

“¿Tú eres Rey?”, le preguntaría Pilatos al Señor. La respuesta es categórica: “Tú lo has dicho. Yo soy Rey. Para esto nací. Para esto vine al mundo”:

El fin de la Encarnación es ejercer su señorío sobre la humanidad. Para eso ha venido. Para eso ha nacido. El universo entero gravita hacia Cristo como hacía si término.

No resulta, pues, extraño advertir cómo los profetas, cuando se refirieron al futuro Mesías, no vacilaron en llamarlo Rey. “Un niño nos ha nacido” dijo Isaías-.

El Imperio ha sido asentado sobre sus hombros”. Y Daniel: “Yo miraba en las visiones de la noche Él avanzó hasta el anciano. Y éste le dio el poder, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su reino no tendrá fin”.

Nada, pues, de extraño que cuando el ángel anunció su venida a la Santísima Virgen, no vaciló en decirle que “el Señor Dios le daría el trono de David su padre; que reinaría en la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.

De ahí la gallarda afirmación de Santo Tomás: “Cristo tiene alma de rey”.-

La Realeza de Cristo y la Apostasía del Mundo Moderno

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Editorial: GLADIUS

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Nro. de Páginas: 76

Tamaño: 15 x 21 cm

Tapa: Blanda - cuadernillo

Idioma: ESPAÑOL

 

SINÓPSIS

“¿Tú eres Rey?”, le preguntaría Pilatos al Señor. La respuesta es categórica: “Tú lo has dicho. Yo soy Rey. Para esto nací. Para esto vine al mundo”:

El fin de la Encarnación es ejercer su señorío sobre la humanidad. Para eso ha venido. Para eso ha nacido. El universo entero gravita hacia Cristo como hacía si término.

No resulta, pues, extraño advertir cómo los profetas, cuando se refirieron al futuro Mesías, no vacilaron en llamarlo Rey. “Un niño nos ha nacido” dijo Isaías-.

El Imperio ha sido asentado sobre sus hombros”. Y Daniel: “Yo miraba en las visiones de la noche Él avanzó hasta el anciano. Y éste le dio el poder, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su reino no tendrá fin”.

Nada, pues, de extraño que cuando el ángel anunció su venida a la Santísima Virgen, no vaciló en decirle que “el Señor Dios le daría el trono de David su padre; que reinaría en la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.

De ahí la gallarda afirmación de Santo Tomás: “Cristo tiene alma de rey”.-